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sábado, 9 de junio de 2012

Nós




Nós
Tono Arias. Ed. Diversa 





Tono Arias, fotógrafo (www.tonoarias.com) ha recogido a su gente y sus objetos en un delicado tomo de fotografías en blanco y negro editadas en bitono, con lo que logra una calidad de grises altamente apreciable. Se puede conseguir a través de su página web.





Le acompaña un texto no menor de Antón Lopo. Está en gallego, por lo que nos permitimos traducirlo para disfrute del castellano parlante. Toma la foto de la sierra como referencia, se titula "Tono Arias y las flores dentadas" y dice así:


     No sabemos si el saqueo ya tuvo lugar y estas imágenes son su retrato, aunque también pueden ser las imágenes previas al saqueo y representar el último documento de una integridad, material o memorial. Tampoco sabemos con certeza si Tono Arias retrata un espacio, un tiempo o a unas personas, pero llegar a discernir el objeto principal de este trabajo —si hubiese algún objeto principal— parece irrelevante a la vista de este paisaje implacable en blanco y negro, probablemente el único paisaje cromático irreal que podamos imaginar sin temor a equivocarnos. Si nos fijamos en el espacio —en su dimensión, en la luz...— perdemos de vista el tiempo —contradictorio: repleto de polvo y limpio— y al contemplar ambos en conjunto se nos escapa la naturaleza de los personajes: la del mismo fotógrafo, con esa sierra de tumbar robles combada en sus manos, como el arco de flores de las danzas tradicionales: un arco de flores dentadas.

     Tal vez conviene observar uno a uno los elementos: las cajas con las tijeras y el paquete de Fortuna arrugado, las botas de goma del fantasma familiar, la mujer sentada en la cama de somier cedido, la hoja de afeitar... Observar sin que nuestra curiosidad o la pericia del fotógrafo nos hagan emitir juicios precipitados. Luego, quizá, conviene cerrar el libro —cerrar los ojos— y dejar que la oscuridad —nuestra propia oscuridad— nos aclare los acontecimientos de ese ámbito del saqueo, sea perpetrado, inminente. O sea continuo: encadenado.

     A diferencia de otros creadores que, mediante la fotografía, se ocuparon del saqueo en nuestra sociedad —remarcadamente, Emilio Araúxo y sus violentos testimonios de la extinción rural—, Tono Arias muestra físicamente a las personas —las coloca en el centro del paisaje— y desarrolla los sucesos cruciales en una vertiente invisible, en un intersticio entre el pasado y el futuro. El resultado es inquietante porque, entre otras razones, el fotógrafo concibe un presente en apariencia universal, simultáneo y el presente, sin embargo, pronto se nos revela dual: descubrimos, no sin un estremecimiento, que los personajes contemplan el saqueo desde las posiciones que les otorga su visión del futuro, concebido en algunos casos como un futuro de existencia débil. Con una dramática sutil, Tono Arias evidencia que nuestra perspectiva sobre el pasado, y sobre nuestra posición en el presente, vienen determinadas por la intensidad del futuro. Es esa intensidad de futuro —o su debilidad— lo que nos permite interpretar el pasado con mirada cómplice o con una consecuente nostalgia.

     El saqueo puede dejar el espacio sólido y los objetos íntegros, pero su propósito último es destruir nuestra representación en el futuro, expulsarnos de él: que seamos incapaces de concebir una sobrevivencia. El poder del trabajo implacable de Tono Arias reside ahí: en situarnos en la vertiente, en desenmascarar el presente y mostrarnos sus flores dentadas.

Antón Lopo